
Me quedo dormido intentando tocar las estrellas con el dedo índice.
En mi letargo recuerdo el día en el que se las había enseñado a la persona que me acompañaría durante toda su vida. La impresioné con la Osa mayor y conseguí una sonrisa con la menor. Abrió su aliento con la Canis Maior y se enamoró de mí con Casiopea. Al final de la velada me gané un beso húmedo y un alma gemela.
Sin darme cuenta el sueño se torna pesadilla y los tristes recuerdos de su último día invaden mi mente. Retumban en mi cabeza sus últimas palabras: “Te espero sentada en una estrella”.
Como cada día, me imagino flotando por el cosmos, con un rumbo fijo. Pero esta vez es diferente. Suspiro hondo y me quedo tranquilo, al saber que jamás despertaré.
Y que hoy te volveré a ver.
Me noto flotar hacia allí.